Había disfrutado enormemente la lectura de aquel cuento de Andersen, pero de pronto lo entendió todo. Se le había metido el cristalito de hielo. Se le había colado dentro y ahora amenazaba con crecer. Había intentado ignorar su presencia, fingir que no existía, incluso admitir su derrota e invitarlo a salir, pero todo esto se le resistía. El cristal, transparente y cortante, permanecía dentro y comenzaba a crecer. Sentía como se expandía dentro de su pecho, por todo su torso, dejándole casi sin respiración. Ojalá pudiera llorar y expulsarlo, sin embargo, algo tan simple siempre ahora parecía una auténtica proeza. Estaba desesperada. Necesitaba arrojarlo fuera. Un escalofrío le recorrió la espalda y se quedó quieta, mirando al vacío, como esperando algo a punto de ocurrir.

Contuvo la respiración durante un segundo y contempló la visión. Era la ciudad. Con sus edificios magestuosos, el tráfico, la gente. Observó detenidamente. En realidad no tenía nada que ver con todo aquello, pero al mismo tiempo, aquello lo era todo. Aquel lugar frío y desconocido se había convertido en su hogar. Se sentía arropada entre las multitudes, sentía que nada importaba, podía ser ella misma. Su vida no sería igual desde aquel preciso instante, siempre sentiría que un pedazo de ella permanecería allí, inmóvil, perenne.

Sus miradas se habían encontrado en medio de la oscuridad, el ruido y la desesperación de lo desconocido. No sabía muy bien qué le decían esos ojos, tan sólo que debía seguirlos porque le aventuraban la mayor alegría que hubiera experimentada jamás. Y eso hizo. Agarró su mano al tendérsela. Y se dejó llevar. De eso había pasado un mes. Intentaba recordar cómo había comenzado todo aquello y no sabía darse una respuesta lógica. Sin embargo, tampoco le importaba. Por primera vez en mucho tiempo sólo se preocupaba del momento presente y de cada pequeña nueva sensación que le llegaba a través de las puntas de los dedos. Empezaban en un leve cosquilleo y se iban transformando en una sacudida por todo su cuerpo. No sabía darle nombre, eso tampoco le molestaba. Simplemente se sentía a gusto, llena de energía, consumada.