Pienso en ti mucho últimamente. Me tumbo sobre el tálamo, mi mejilla acaricia las sábanas y repaso lentamente el modo en que tus dedos tocaban mi cara. Respiro hondamente y me pregunto si tú también piensas en mí y si es así, qué es exactamente lo que se te pasa por la cabeza. Creo que nunca he llegado a entenderte del todo. Ahora me doy cuenta de ello. Eras un fragmento de una imagen creada en mi mente, brochazos de una sensibilidad inexistente, retazos de unos recuerdos que tallé para ti. En realidad no eras más que un espectro que se paseaba ante mis narices, sobrevolaba mis meditaciones, mis corrientes y llevaba la sábana adecuada para cada ocasión. ¿La sábana o la armadura?

"Después de moder la vida como una manzana ácida
O de ser feliz jugando con ella como un pez,

Después de sentir con los dedos que el cielo es azul,
¿Qué nos queda ya por esperar?

No el crepúsculo de los dioses sino un amanecer preciso
de sucios ladrillos grises y vendedores de periódicos gritando guerra"
de Louis Macniece "Aubade"
"Sólo empezamos a vivir cuando concebimos la vida como Tragedia..."
W. B. Yeats

Todo de lo que dispongo es una burbuja. La mantengo entre mis dedos, con la palma de la mano bien abierta, con temor a romperla. Es frágil y transparente. Pequeña y grande a la vez. Su brillo fulgura en mis ojos y me gustaría como ser como ella. Todo sería más fácil. No habría nada que hacer, todo estaría decidido. Tengo la tentación de cerrar mis dedos y descubrir cuánto cede mi esfera. En el fondo, deseo con todas mis fuerzas que la burbuja sea fuerte, demuestre que no es una simple pompa de jabón, que no sólo es bonita y resplandeciente.

Abrió la puerta del apartamento y sintió el frío de la soledad. Y el silencio. No sabía cuánto tiempo había estado fuera, parecía que hubiesen pasado siglos. Tal vez. Lo cierto es que no recordaba la fecha en que dejara atrás su casa, su infancia, sus recuerdos. Éstos volvieron de pronto como una ráfaga de viento helada e inesperada. Se abrazó fuertemente a sí misma. Respiró hondo y casi sintió ganas de llorar. De pronto se dio cuenta de qué significaba volver y no estaba segura de estar preparada para asumirlo. Las circunstancias habían la habían obligado, claro, su madre estaba enferma y ella tenía la obligación de acudir a verla. Pero eso no implicaba que le apeteciera estar allí y tener que ser la hija que había sido antes. Se apoyó en la pared del apartamento, junto a la puerta y dejó caer su cuerpo lentamente. Suspiró. Ya nada parecía cobrar sentido. Había evitado tantos años aquella precisa situación… Sabía que se verían, ella le daría los dos besos de rigor, le dedicaría una sonrisa veloz y amable y fingiría que su vida era aquella con la que había soñado siempre, aquella por la que había abandonado aquel lugar y a él. Le preguntaría cómo iba todo y cerraría el puño con fuerza, sin que nadie se percatara cuando él hablase de su nueva familia o de sus proyectos. No tenía más remedio que continuar con su vida, era lo que se esperaba de ella, aunque ella hubiera dejado claro en el pasado que de ella, no cabía esperar nada.