Se había agazapado tras una gruesa manta de recuerdos. Una gruesa manta que ella misma había tejido con paciencia, cariño y dedicación. Al principio no había sido más que un pasatiempo, un modo ocioso de pasar las tardes de lluvia, sin embargo, con el transcurso del tiempo, tejerla se había convertido en una obsesión, en su único motor, tal vez lo único que mereciese la pena. Aquella manta se había convertido en el elemento más real de su vida, el único que parecía hacerle verdadera compañía y abrazarla por las noches cuando se sentía sola. En ella contemplaba pequeños fragmentos, imágenes de una vida que nunca más volvería, retazos de alegrías, retazos de entrega, retazos de mar y retazos de ella misma.
Durante el frío invierno, la manta había sido de gran ayuda, sin embargo, un día llegó la primavera y con ella, la pregunta inevitable pero informulable al mismo tiempo, ¿sería capaz de deshacerse de aquella manta, al fin y al cabo, todo lo que tenía?
‘Intermezzo’ o cómo Sally Rooney se atrevió con los traumas familiares
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