Últimamente mi vida se desarrolla entre libros y pierdo la conciencia de mi vida. De pronto, me olvido de mi nombre y me transformo en una heroína de Jane Austin o Charles Dickens. Y camino por Cea Bermúdez, entre kioskos aún en la oscuridad y creo encontrarme en pleno Londres o tal vez en la campiña inglesa. Me imagino aventuras absurdas y un poco ridículas, como mi actitud y yo misma, supongo, y me siento bien. Resulta bastante cómico pensar que todos formamos parte de una trama de misterio o romance. El camino a pie se vuelve más entretenido. Observo las caras de los madrugadores viandantes, que como yo, se dirigen a su lugar de trabajo o de estudio, y me río al darme cuenta de que nunca imaginarían las locuras que se me pasan por la cabeza.