Entre vías

Sabía que no era un buen momento para él, pero sin pensarlo dos veces, tocó el timbre. No lo hizo tímidamente, ella nunca hacía nada de manera modesta, alargó el brazo con fuerza y, con decisión pulsó el artefacto.

Hubo una pausa, que ella sintió eterna, lanzó un alargado suspiro, y entonces oyó respuesta. La voz de él sonó ronca y cansada, como si acabara de despertar de un profundo sueño.

- ¿Sí?
- Soy yo, Laura.- Intentó parecer casual, alegre e indiferente.- Estaba por la zona y he pensado que estaría bien venir a saludarte.- Agachó la cabeza como si él pudiera verla a través del telefonillo, esperando a que él dijese alguna palabra.- ¿Puedo subir?

Otra pausa. Carraspeo y tos.

- Sí, claro. Sube.

Abrió el pesado portal, encendió la luz y comenzó a subir los peldaños de aquella escalera que había subido tantas veces. Lo hizo muy despacio, con cuidado, pues una oleada de recuerdos comenzó a inundar su cabeza a medida que avanzaba. Besos apasionados contra la barandilla, algún tropiezo por la madera, un vecino inoportuno…

Por fin llegó al segundo piso, él esperaba en el umbral de la puerta con una mano apoyada en el pomo. Estaba algo despeinado, llevaba la camisa entreabierta y unos vaqueros viejos. Su gesto se mostraba entre molesto y cansado.

- Hola.- Ella hizo el ademán de acercarse a darle un beso.
- Hola.- Él se apartó bruscamente.- ¿Qué haces aquí? Son las doce y media, es un poco tarde, ¿no crees?
- Bueno, sé que trabajas a estas horas y pensé que te alegraría verme.- Miró a otro lado como si sintiera vergüenza de su siguiente frase.- Siempre te ha alegrado verme.
- Sí, pero ahora estoy trabajando. Estoy un poco ocupado.
- ¿Me haces subir para decirme que me vaya?- Se sintió ofendida.
- Anda, pasa.

Caminó hacia el interior del apartamento y se percató de que ya no sabía qué le había movido hasta allí. En casa, mientras pensaba exactamente en cómo iba a producirse su encuentro, todo parecía tener sentido. Las palabras habían surgido espontáneamente en su cabeza, como el guión de una buena película, sin embargo, en ese preciso momento, se sentía ridícula y no se le ocurría qué decir. En el fondo, esperaba y deseaba que fuera él quien la liberase de su angustia y dijese lo que esperaba oír.

Sin más indicaciones, se sentó en el sofá en el que la había poseído tantas veces. Se le hizo un nudo mayor. Él se sentó a su lado y la miró a los ojos, como esperando encontrar una respuesta. Entonces le cogió la mano con suavidad y se la acarició, intentando proporcionarle consuelo.

- Laura, ahora dime, ¿por qué has venido?
Lo miró fijamente. Era el momento, aquél era el momento preciso para soltarle todo aquello que había diseñado su mente, su discurso, sus ideas, sus preguntas. Movió los labios tímidamente, por primera vez en mucho tiempo, y se quedó paralizada. Cuando, por fin, ella sintió fuerzas suficientes para expulsar todo lo que le reconcomía, él se le adelantó.

- Laura, creo que los dos lo sabemos. Ya hablamos de esto. Al menos, lo hice yo, y creo que dejé bastante claro que estas visitas nocturnas ya no tenían sentido.


Le dirigió una mirada de incredulidad y asintió.

- Sí, tienes razón, venir ha sido una tontería. Perdona por molestarte mientras trabajas.

Y prácticamente sin mirar atrás, se levantó con brusquedad, con la misma brusquedad con la que se dirigió a la puerta y la cruzó. No quiso echar una última mirada, simplemente comenzó a correr.

2 comentarios:

Rocío Jiménez dijo...

ROCIO WAS HERE.

Jajaj! Está mu bien, la verdad es que me he quedado con ganitas de leer más... Pero sin embargo siento algo raro. Creo que irme así es lo que yo hubiera hecho, ... ¿demasiado radical? No lo sé. Esta noche espero otro fragmento!

Besitos!! jeje

Anónimo dijo...

ola wapa!!! Ya sabes, m encanta cmo escribes, m emocionas... Y estoy deseando ver cmo sigue sta historia!!!

Almu