II

Eran las seis, en una hora podría volver a casa. En la oficina sólo se oían las tímidas voces de los que descuidaban el trabajo, el aquí y para allá de los pasos nerviosos que recorrían el pasillo, el sonido casi invisible de la fotocopiadora y el incesante tono de los teléfonos de fondo. De pronto, suspiró y decidió echar un vistazo a su teléfono móvil. Nada. Ni una sola llamada. Ni un rastro de él. Había esperado algún tipo de señal, pero no había habido nada. Una disculpa por cómo le había hablado. No sabía, algo… Pensándolo bien, ella había sido la que había gritado primero, ella había dicho aquellas cosas horribles, ella le había hecho daño a propósito. Pero no pudo evitarlo, ya no podía más. Todo lo que había sentido todo ese tiempo había salido, sin más. Estaba harta, cansada de que siempre fuera SU trabajo, SU estado de ánimo, SU mundo y ella, simplemente, tuviera que sentirse agradecida si le hacía un hueco. Había acudido a él porque había tenido un día horrible, necesitaba consuelo, y en lugar de eso, había tenido que soportar aquella estúpida historia sinsentido. Sí, le había dicho que no era más que un fraude, una decepción, que todos lo pensaban y que si tan duro le resultaba escribir, era porque él mismo lo rumiaba.
- Toma, te he traído un café de la máquina, como te noto muy cansada hoy…
Oh, no, el pesado de Juan había vuelto, para molestarla con sandeces que no vendrían a cuento y retrasar su trabajo.
- Gracias. No tenías qué molestarte.- Agarró el café con antipatía y lo depositó en la mesa.
¿Acaso había sido muy dura con Jorge? Sabía que él estaría destrozado hoy. Tal vez debiera llamarlo ella. El sentimiento de culpa comenzó a inundarla de pronto.
- Tienes mala cara.- Comentó Juan, con su tono habitual, que no se había marchado sino que se había sentado a su lado, muy cerca.
- Gracias.- Exclamó secamente.- No he dormido muy bien esta noche.
- Pareces dispersa hoy.
- Supongo.
- ¿Tienes problemas?
- ¿Te importaría dejarme en paz de una vez?- Gritó y Juan espantado, volvió a su escritorio.
Ella clavó los dedos en el teclado y la mirada en la pantalla y decidió evitar pensar en el resto de la hora.

4 comentarios:

Almu dijo...

Jajajajajaja, m siento muy identificada con ésto... es q muchas veces, aunq empecemos nosotras, no tenemos la culpa si no nos tratan cmo deberían... encima, somos nosotras las q terminamos pendientes, esperando 1 señal, mientras ellos siguen tan tranquilos y, al no recibirla, los acabamos justificando e intentando autoculparnos con tal d no perderlos... en fin, a veces deberíamos ser más espabiladas...

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

A mi me sorprende la cantidad de ocasiones en las que tenemos problemas con los demás o con nosotros mismos y acabamos explotando que cualquier persona que se cruza ante nosotros y que no tiene culpa de nada.

Anónimo dijo...

Me encanta está historiaaa quiero saber mas sobre juan y ella.........please!!!!!