Se dieron un beso y se juraron amor eterno.
No recordaba qué edad deberían de tener cuando se hicieron aquel juramento eterno. Tal vez quince años. No eran más que unos críos. Aún así, recordaba aquella imagen con cariño. Cada vez que se le venía a la mente no podía evitar sonreír. Era su pequeño secreto. Por supuesto, jamás podría contarle algo así a Pedro. Él no entendía esa clase de cosas. Él era un hombre de hechos pero no de promesas ni de romanticismo. En realidad, aquella declaración de principios de la que él presumía no era más que una excusa, ella lo sabía, para no tener que esforzarse. Para que ella no esperara nada. Y nunca lo había esperado. Hasta ahora.
Los Iremonger se mudan a Foulsham
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Saliva, gargajo, escupitajo/ ¿Adónde lleva este atajo?/ A Forlichingham, al
cúmulo/ Atada estoy a esta situación/ Cruje, cruje el esternón/ Pero en
caso ...
Hace 1 día
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