El viaje que comenzó en la bañera II

Despertó sobresaltada. Le temblaba la mandíbula y el resto del cuerpo. ¿Había sido un sueño? Aún tumbada, sin consciencia de dónde se encontraba, sintió que el suelo se clavaba en su piel. Se abrazó temerosa y se percató de que estaba mojada. De hecho, estaba totalmente empapada. Se incorporó aún más asustada. Se palpó con cuidado para cerciorarse de que no estaba imaginándolo. Sí, la humedad inundaba su cuerpo, su ropa, su cabello, pero ahora estaba en tierra firme. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Sintió cómo comenzaba a marearse y decidió sentarse. Con lentitud, posó sus manos en el suelo y posteriormente, sus piernas. ¿Significaba eso que todo había ocurrido? ¿Significaba eso que se había evaporado de su bañera a alta mar y de alta mar a…? ¿Dónde se encontraba? Miró a su alrededor buscando respuestas. Bajo su trasero, no había más que hierba verde brillante (por eso había sentido que le pinchaba). Menudo sueño. Menuda pesadilla. No sabía qué estaba pasando, de lo único que estaba segura es que quería regresar a casa. Volvió la cabeza y atrás, a lo lejos, divisó un pequeño refugio. ¡No podía creerlo! ¡Era su cabaña imaginaria! Aquel lugar ficticio al que recurría cuando el estrés la desequilibraba. Se levantó como hipnotizada, atraída por ese espacio, y corrió para tocarlo. El cansancio y el nerviosismo desaparecieron, o los olvidó, en ese instante, sólo existió el deseo de llegar a aquella casa. Alargó las piernas y corrió. Corrió y corrió.
A tan sólo un metro de distancia, se detuvo. Como si una fuerza invisible la separase del edificio. Con los ojos como platos, observó las piedras que componían la cabaña. Las ventanas. Incluso la puerta. Todo era exacto a cómo lo había imaginado. ¿Se hallaba dentro de un recóndito hueco de su pensamiento?
Llegada a ese punto, trazar una explicación resultaba absurdo. Lo único que se le ocurría en aquella tesitura era dejarse llevar.
Alargó el brazo para tocar la piedra de la casa y a punto de hacerlo, sintió una voz que le lanzaba un alarido. Giró la cabeza. Era otra mujer. Y se quedó paralizada.

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