Remedio para la soledad XV

Las primeras veces no se le daban bien. Esos primeros momentos de intimidad, de abrirse a alguien sin ningún motivo aparente más que descubrir si existía algún tipo de conexión, de sentimiento de unión especial le resultaban abrumadores. Por lo general, se limitaba a escuchar con una sonrisa amable todo lo que el otro necesitara decir hasta que de verdad su intervención en la conversación brotara espontáneamente. A veces esto tomaba días, en otras ocasiones, nunca ocurría. Con Pablo resultó muy sencillo y muy rápido al mismo tiempo. Él era tan fascinante y tan sensible que sintió que podía confiar en él. Y a pesar de todo, sabía que no se había equivocado.

Sin embargo, aquella tarde, Laura no se limitó a escuchar, ni siquiera introdujo más monosílabos que de costumbre sino que fue ella quien se abrió ante el otro. Había notado cómo algo dentro de sí explotaba y supo que tenía que compartirlo con él, Carlos.

Habían ido a almorzar a un pequeño restaurante oriental cercano a General Yagüe. Había sido idea de Carlos. Resultó ser el típico local apartado y agradable con hilo musical.

Laura habló de su trabajo, de las decisiones importantes, de sus años de instituto, de su familia, no mencionó a Pablo.

Carlos la observaba sorprendido y extasiado. Era consciente de que una puerta se abría ante él. El umbral que dividía la mujer que había idealizado y aquélla que era en realidad. Por primera vez en mucho tiempo, su fantasía adoptaba dimensiones. Y en verdad, con sus imperfecciones, prefería a la real.

1 comentarios:

RJ11 dijo...

Espero impaciente la próxima parte! jejeje! Un besito feis