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Había dejado a sus amigos en plena sesión de cañas en un bar del centro. Con la cada vez más socorrida excusa del cansancio, se despidió de ellos más pronto de lo esperado y marchó hacia casa. Sus acompañantes no dijeron nada, no les sorprendió, no les molestó, en definitiva, les dio igual. Agarró malhumorado los auriculares de su ipod, esperando al menos distraer su paseo de quince minutos de duración con un poco de música, pero le fastidió descubrir que se había quedado sin batería. ¡Estupendo! Dijo apretando los dientes. De pronto, sin previo aviso, comenzó a oír en su cabeza la canción ‘Alone again’. Solo de nuevo. Solo de nuevo. Su mente parecía querer decirle algo. Mientras caminaba por las escasamente iluminadas calles en dirección a su casa, no divisó a nadie a lo lejos. Tan sólo a una especie de joven (aunque no podría jurarlo) que daba vueltas alrededor de sí misma. Pensó en si alguna vez había ejecutado esa maniobra afectado por el alcohol. No lo recordaba, así que probablemente no. Cuando pasó junto a un contenedor de basura, se imaginó que un desconocido saltaba de él para asustarlo justo en el instante en que se encontraba a su lado (había visto en un programa de la tele, de esos de bromas, cómo personas se escondían en los susodichos cubos y estremecían a gente aleatoria). Pero no ocurrió nada. Solo de nuevo. Alone again. Toda la velada había deseado gritar o pegar a alguno de sus amigos. No entendía muy bien por qué, no se consideraba un individuo violento, pero esa precisa noche los había odiado a cada uno de ellos, cada pequeña decisión tomada, incluso los refrescos consumidos le habían parecido abominables. Por eso se había marchado pronto. Ése era el motivo de que se hubiese inventado una excusa sin motivo. Estaba seguro de que ellos lo habían captado, pero no le afectaba lo más mínimo. Le resultaba indiferente que pensaran de él, de sus acciones y de sus opiniones. Aquella noche, alrededor de las mesas altas en las que habían cenado, los había odiado. Se había sentido solo. En las últimas ocasiones en que habían coincidido, había empezado a atisbar que su necesidad de estar con ellos se había debido más al deseo de paliar su sensación de soledad y hastío que de real aprecio. Y en esas últimas ocasiones, también había observado que aquel remedio ya no atenuaba su carencia, más bien, la fortalecía. Sus pasos no habían aminorado la marcha, ahora comenzaban a hacerlo. Se preguntó cómo sería introducirse en un contenedor de basura, desaparecerían las tristezas al estar rodeado de residuos más débiles que él mismo. Evidentemente no lo hizo. Aquél era su problema: sabía que no tenía buenos amigos con los que contar, que inventaba retazos de su vida para parecer más interesante, que se sentía solo y que no haría nada para remediarlo.
3 comentarios:
qué vida más chunga... queriendo pegar a tus amigos.. eso no está bonito ehhhh??? jaja!
No, en serio... qué mierda de vida, pobrecico... espero que no se algo autobiografico.... :P
No es autobiográfico, pero sí está basado en alguien que conozco...
Pero ¿quièn no ha tenido alguna vez una mala racha en la que le parecia que el mundo estaba en su contra y nadie le entendia?
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