Empezaba a estar aburrido de tantos miedos y tantos obstáculos. Se vio a sí mismo, de pronto, absurdo y patético. Qué sentido tenía cuestionárselo todo, meditarlo, programar cada paso mentalmente. Con tanta introspección, con tanta reflexión había terminado por olvidarse de lo más importante: vivir. Y vivir no significaba huir, hacer la maleta y correr a protagonizar aventuras, enamorarse de una prostituta o conocer a personajes peculiares, dignos de una novela más que de la realidad. Vivir era simplemente eso, vivir. Enfrentarse a su imagen en el espejo cada mañana, aceptar a los individuos que le rodeaban cada día, intentar disfrutar los pequeños detalles que conformaban su tan poco apreciada existencia.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin duda alguna este es el que más me gusta...a veces intentar escapar de los miedos o camuflarlos ante los demás hace que nos olvidemos de eso que llaman vivir.

Devesa La Marquesa, cuando seas la Virginia Woolf del siglo XXI, diré que te conocí (Aunque para mi ya seas más que ella)

Y de anónima nada...soy el café CON LECHE e hielo de las mañanas