Ha pasado el tiempo y nada ha cambiado. Las preguntas, la incertidumbre, los balbuceos siguen siendo los mismos, tal vez hayan cambiado las palabras, pero no los conceptos. El manto que le cubre es idéntico, así como el negro de su cielo permanece oscuro. La nebulosa no ha modificado demasiado su tonalidad. Él ha movido los hilos, no ha cesado en su empeño, sin embargo, su celo ha sido en vano, ha sido falso, pues se ha limitado a girar las figuras. No ha ido hacia delante, ni hacia atrás. Simplemente ha dibujado un castillo en el aire una y otra vez, de modo que nunca ha terminado por erigirse. Él ya lo sabía, pero no había sido capaz de admitirlo. No es más que un fraude. Una imagen que proporciona más a la imaginación que al verdadero deleite. Demasiadas expectativas en un frasco que se ha vuelto tremendamente pequeño. Y ya va llegando el momento, él lo sabe, aunque le cuesta admitirlo. Va llegando el momento de hacerse responsable de sus propias fantasías, éstas han venido a rendir cuentas. La puerta se ha abierto en el muro y sólo será capaz de saber qué hay al otro lado, si de verdad tiene algo que ofrecer, si se arriesga y la cruza. Es un cobarde y le da miedo. Le aterra descubrir que sus temores no sean infundados, y que no haya mucho más en él de lo que piensa. ¿Qué haría si se diera esa situación? No podría soportarlo. O sí. Sabe que no hay más que una manera de averiguarlo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay veces que es muy difícil controlar tus propias fantasías... cuando el corazón te juega una mala pasada y al final sufres. No siempre es culpa nuestra dejar volar la imaginación pensando en todo aquello que queremos... y lo que queremos sentir nuestro. La vida no es tan fácil como olvidarlo siemplemente. Hay veces que nada lo cura... y duele mucho. Besos.