No podía dormir. Eran casi las tres de la madrugada y no dejaba de darle vueltas con la mirada a la habitación a oscuras. Era su modo de arrancar la vista del reloj de la mesilla, que con su luz verde fluorescente, parecía haberse estancado en el mismo minuto. Habría intentado dar vueltas sobre sí mismo, en la propia cama, pero no quería despertarla. Ella sí dormía a su lado. Cuánto la envidiaba, parecía tener un sueño muy profundo. Aburrido ya de la situación, decidió levantarse y caminar por el apartamento. Fue al salón, se sentó sobre el sofá y encendió el televisor. Por desgracia la televisión no le ofrecía gran cosa, una variedad de canales de teletienda y un par de películas porno que no le motivaban lo más mínimo. Apagó el aparato y corrió a la cocina a buscar algo en la nevera. Nada. Ni en la despensa. Nada apropiado para picar entre horas, y aún menos, para comer a las tres de la mañana. Había café, pero no le apetecía desvelarse del todo. Decidió ir al despacho, esa pequeña habitación que habían destinado al estudio y trabajo, donde reposaban todos los libros y documentos de posible valor futuro. Pensó en leer algo, tal vez un periódico atrasado, un libro… Echó un vistazo a la estantería y descubrió, junto al ejemplar de La Ilíada, un álbum de fotos. No recordaba tenerlo. Aquel cuadernillo debía de tener muchos años. Lo abrió, y efectivamente, correspondía a una etapa de su vida de la que ya se había olvidado. No podía creer que Ana conservara aquello, habían pasado décadas. Aparecer en público con aquellos atuendos ahora resultaría casi un delito. No podía creerlo. Eran tan jóvenes. Los dos. Ella no había perdido el gesto idealista de su rostro, a pesar de los años, ni su natural belleza. Él, no obstante, sí que parecía otra persona. No se reconocía en aquel joven de pelo largo y sonrisa socarrona. Con ideales y esperanzas. Probablemente la experiencia había actuado entre medias. Sintió una punzada dentro de sí. Se sentó en la silla del estudio con el álbum en las manos. Miró al vacío intentando buscarse, intentando buscar a aquel chico de las fotografías, aquel chico que sí podía dormir por las noches.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Antes sí podía dormir... no hay nada tan grande como eso. Acostarte agotado de la felicidad, de tantas y tantas cosas que hacer durante el día. Demasiada madurez, demasiado tiempo para pensar y responsabilidades. Realmente no sé si esto es lo que quería decir... No importa... Sólo que me asusta un poco pensar que algún día nos pase a nosotras...

Yols dijo...

Vuelve a salir el tema de la inocencia de una mirada limpia, de ganas de vivir. K fácil era todo cuando vivimos en esa etapa inocente!

Nélida Devesa dijo...

¿Insinúas que me repito...? Es una broma. Tienes razón, pero lo extraño es que no anhelo esa época de inocencia para nada.

Yols dijo...

No estoy insunuando eso, solo digo que es curioso que salga varias veces ese tema. No quería ofenderte, mujer, hay muchos autores de fama que escriben siempre sobre el mismo tema

Justo dijo...

Yo quiero volver a los 16!!! jajaja es broma, cada momento y cada etapa, tiene sus cosas, cuantas mas responsabilidades, mas nos agobiamos, pero hay que intentar llevar todo lo mejor que se pueda y disfrutar de cada etapa. Aunque el verano de los 16 lo pase en grande, desde primeros de junio a mitad de septiembre trabajando en primera línea de playa, a 6 metros de la orilla, y la verdad que disfrutaba con la gente, los socorristas, la policía, mis amigos, por las noches jefe de rrpp de la discoteca y estuve en todas las fiestas de todos los pueblos de alrededor, jajaja, apenas dormía. Pero ahora tampoco esta mal, estoy en muchos sitios metidos y puedo hacer muchas cosas que me gustan.

Nélida Devesa dijo...

Yols, estaba de broma, no te molestes, querida mía, que tú eres mi fan número uno y no puedes decir nada que me ofenda. La soledad es un tema que siempre me ha preocupado, por eso está tan presente en lo que escribo, por eso, está tan presente en este blog.