Remedio para la soledad XI

La había llamado un par de veces, pero no había contestado. No sabía siquiera por qué se había molestado. Aquella despedida había sido silenciosa, glacial y gris, no habían hecho falta palabras para saber que no volverían a verse. Y a pesar de todo, él había conservado la esperanza, no había olvidado que existía una posibilidad mínima de que ella cambiara de opinión y deseara verlo. O tal vez no le importara.
Carlos cerró la puerta con cuidado, se colocó la gabardina y salió a la calle. Miró el reloj, aún disponía de tiempo, caminaría.
Mientras cruzaba la calle y traspasaba los escaparates, se preguntó qué le diría si por fin ella le devolviera las llamadas. Probablemente optaría por el socorrido “hola, qué tal”. Y de pronto, al caminar y pronunciar aquellas palabras, no pudo evitar recordar cierta canción de Santiago Auserón. La Bola de Cristal. “Hola (Hola)/ Qué tal/ en la bola de cristal/te veo venir/en la bola de cristal/estás junto a mí/en la bola de cristal/veo, veo/un deseo”. Sí, un deseo. Se rio para sus adentros. Que ridículo.
Por qué se engañaba a sí mismo. Por qué los seres humanos eran incapaces de ser honestos consigo mismos. Era verdaderamente penoso. Admitir la realidad, por cruel que fuera, no debería ser tan difícil. No lo había sido hasta ahora, ni siquiera la muerte de su padre, al que estaba tan unido supuso semejante trago. Cómo podía pensar esas cosas, establecer aquellas comparaciones. Todo le resultaba absurdo. Pero no podía evitarlo, tenía un presentimiento. Aunque, según las evidencias, su intuición esta vez le había fallado.

4 comentarios:

RJ11 dijo...

Yo me he sentido como Carlos, y me siento identificada con él. Es... adorable. Todos los personajes de esta historia me simpatizan, pero este sobre todo. La intuición falla muchas veces, aunque nos gustaría que no lo hiciera. Es una pena... Aún así espero que siga adelante con la cabeza alta.

Anónimo dijo...

Pues a mi Carlos me molesta un poco, creo q se arrastra demasiado, q no tiene dignidad. no me gusta ninguno de los tres.

Justo dijo...

Todos nos hemos arrastrado, nos arrastramos o nos arrastraremos, tan solo hace falta sentir algo por la otra persona, ya sea amor o la típica palabra "pillarse"

Para mi con todos te puedes sentir identificado, depende de las situaciones que hayas vivido o como siempre del estado de animo.

Me encanta Remedio para la soledad. Y me gusta mucho como escribes Nélida.

Anónimo dijo...

Prácticamente en cada pareja uno de los dos se arrastra...