Y nada cambia

Los días han pasado y nada ha cambiado. El desorden del dormitorio continúa creando su propia estructura interna, la bombilla no ha cesado de parpadear provocándole mareos cada media hora y el silencio es infinito. Absoluto. Espeluznante. Si deja de hablar para sí en su cabeza, no hay nada más que mutismo. Él pensaba que si dejaba el tiempo pasar, si miraba fijamente a la pared, algo cambiaría. ¿Es que acaso todo depende de él? Esperaba que no fuera así aunque mucho se temía que estaría equivocado. Ya es de noche; el cielo, sin embargo, está gris. Qué irónico le parece. “Mañana tendré que levantarme, ducharme e ir al trabajo. Comer y hacer vida normal” se dice. Agacha la cabeza y se responde “entonces mañana lo pensaré”.

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