Se dejó llevar como otras tantas veces. Abrió los brazos y quiso volar y dejar de sentir. El tiempo dejó de existir, también su sentido y ella misma. Sólo hubo colores, parches e imágenes lejanas. Y muchos pies por todas partes, que chasqueaban contra el suelo. Pensó que sería divertido lanzar las páginas de sus pensamientos al aire. Sin más. Y lo hizo. No recapacitó (en esos momentos esa posibilidad jamás existía) de que tal vez alguien las recogiera y leyera su contenido. Y quedaría expuesta ante esos ojos escrutadores. Aquellas vías a su interior eran peligrosas porque nadie más que ella podría entender sus viajes-huidas. Ya era tarde para lamentaciones. Se había convertido en un ser obvio.
Los secretos de la papelería Shihodo’, el lugar donde quedarse
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Los secretos de la papelería Shihodo de Kenji Ueda, publicado por la
editorial Salamandra en su sello Narrativa Salamandra, es una apacible
lectura en la...
Hace 1 semana
2 comentarios:
Obviamente... esto es fruto exclusivamente de tu imaginación y cualquier parecido con la realidad es fruto de la casualidad.
Obviamente...
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