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Su mejilla reposaba sobre la cama. El resto de su cuerpo descansaba en posición fetal. Había perdido la noción del tiempo. Llevaba así minutos, horas, ¿tal vez días? De pronto todo había perdido sentido, como cuando se mantiene la mirada fija en un punto y los colores de los objetos bailan y se transforman. Levantó levemente la cabeza y buscó con la mirada el Libro. La estantería, el escritorio, el armario… no estaba por ninguna parte. O puede que sí. Alargó los brazos, los apoyó en el suelo y estiró con la cabeza con fuerza. Miró entonces bajo la cama. Prácticamente no llegaba ninguna luz allí, le resultó difícil acostumbrarse. Sí, allí estaba. Se dejó caer en el suelo como un insecto y se lanzó sobre la cubierta del objeto. Lo atrajo hacia sí como si se tratara de su propio primogénito. Llegados a ese punto, pocas cosas le importaban tanto como aquel libro. Acarició las tapas con delicadeza. Eran gruesas, estaban gastadas y las habían decorado con un tipo falso de lentejuelas. Parecía una imitación barata de un libro de brujería, el mismo que aparecería en una película de los años ochenta para adolescentes. Se lo pensó durante unos instantes, aún tumbada en el suelo. Últimamente había recurrido a ello muy a menudo. No estaba segura de que fuera una buena idea. Pero lo necesitaba. Dudó. Sí, lo necesitaba. Al fin y al cabo, para eso lo tenía, ¿no? Tomó aire y dejó de pensar. Cerró los ojos y abrió el libro. Lo hizo instintivamente, con avidez y temor al mismo tiempo. Sin pensar demasiado. Y sintió cómo se deslizaba por el libro.
1 comentarios:
Menos mal que has vuelto a las andadas... :) jeje
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