Le culpaba de que los días hubieran dejado de existir, de que las noches fueran eternas, de que las imágenes bombardearan su cabeza y no pudiera dormir. Tenía la culpa de sus ensoñaciones despierta, de tararear cuando estaba rodeada de gente, de escribir sin pensar, de que las palabras carecieran de sentido. Gritar, gritar y gritar. Ojalá sirviera de algo. Tal vez para calmar la angustia. Pero no. Miró al horizonte y supo qué hacer. Agarró una botella de cristal y susurró todo lo que deseaba decir, todo lo que necesitaba expresar y lo guardó en ella. Palabras dulces, otras más amargas. Palabras honestas al fin y al cabo. Cuando hubo terminado, la cerró con cuidado, con temor de que pudiera romperse y la dejó caer en el mar.
‘Sueños y vasijas’: desbordar el debate de la gestación por sustitución
-
«Los acuerdos internacionales sobre adopción indican claramente que la
infancia tiene derecho a tener una familia, pero que las madres y los
padres no ti...
Hace 6 días
0 comentarios:
Publicar un comentario