Decidió acurrucarse en la cama, agarrar fuertemente la almohada y dejar que la vida siguiera sin ella, tan sólo una horas. No existirían ni el trabajo, ni los niños, ni Juan, ni siquiera su madre pululando a lo lejos. Sólo estaría ella y un verde prado. Uno puro donde pudiera respirar profundamente sin sentirse contaminada, uno inmenso, en el que mirar y no encontrar nunca un fin. Ya habría tiempo para recuperar sus obligaciones más tarde, tal vez mañana. Al fin y al cabo, sus responsabilidades sí estarían esperándola a ella.

2 comentarios:

Justo dijo...

A veces es necesario buscar una escapatoria, esa tranquilidad que normalmente nos es imposible tener en nuestra rutina diaria. Mientras no se llegue a convertir en un norma el escapar y no se deba por algun problema.

Anónimo dijo...

TODOS LOS DIAS DEBERIAMOS TENER ESE RATITO NUESTRO, SOLO NUESTRO Y NADIE MAS, TODO IRIA MEJOR EN NUESTRO CAMINO DE LA VIDA.ES NECESARIO PARA CONTINUAR BIEN.